Dispuse mis cubiletes y esperé. El primer pardillo que acudió sujetaba un desgastado mondadientes entre sus premolares, y lo retorcía con fruición, con su mano diestra, en un movimiento repugnantemente hipnótico.
Se alejó sin que hubiera podido engatusarle. Mis bolsillos vacíos me indicaron entonces que había vigilado la mano equivocada.
Se alejó sin que hubiera podido engatusarle. Mis bolsillos vacíos me indicaron entonces que había vigilado la mano equivocada.
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Nanorrelato recientemente colgado en le web de Cincuenta Palabras.
2 comentarios:
Felicidades Igor, veo que encontraste la bolita, je je.
Saludos.
Jajaja!!! Gracias, Miguel.
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