Superman sobrevuela las ruinas abandonadas de Metropolis. Hace más de tres siglos que ya nadie vive allí, ni en ninguna otra parte del planeta. Una devastadora guerra mundial acabó con la Humanidad y Superman no pudo evitarlo. El superpoderoso kryptoniano fue apenas un títere en manos de los desquiciados gobernantes del mundo. Las bombas nucleares y las armas químicas no pudieron con él, pero supusieron el fin de la mayor parte de formas de vida de la Tierra. Superman asistió con lágrimas en los ojos a la muerte del último ser humano, una muchacha neozelandesa de apenas veinte años que murió en sus brazos, entre convulsiones y estertores agónicos.
Después de aquello, y durante décadas, la vida en el planeta fue prácticamente imposible, salvo para unas contadas especies vegetales, algunos hongos y bacterias, unos pocos insectos y ciertos peces abisales. Muy lentamente, la Naturaleza fue retomando su pulso. Superman era paciente, solo era cuestión de tiempo. La calidad del aire fue mejorando. Después de trescientos años, Superman volvía a respirar.
Voló rumbo a su hogar, la Fortaleza de la Soledad, situada en el Ártico. "Ha llegado el momento", pensó. Se dirigió a una de las salas congeladas. Allí, un par de docenas de embriones humanos en avanzado estado de gestación permanecían ultracongelados en un fluido semitransparente. "En unas pocas semanas seréis los primeros de una nueva Humanidad", pensó Superman, "y esta vez lo haréis bien".
Superman pulsó una serie de botones y los embriones se descongelaron. "Lo haréis bien. Me tendréis como ejemplo. Seré vuestro nuevo Dios".
Después de aquello, y durante décadas, la vida en el planeta fue prácticamente imposible, salvo para unas contadas especies vegetales, algunos hongos y bacterias, unos pocos insectos y ciertos peces abisales. Muy lentamente, la Naturaleza fue retomando su pulso. Superman era paciente, solo era cuestión de tiempo. La calidad del aire fue mejorando. Después de trescientos años, Superman volvía a respirar.
Voló rumbo a su hogar, la Fortaleza de la Soledad, situada en el Ártico. "Ha llegado el momento", pensó. Se dirigió a una de las salas congeladas. Allí, un par de docenas de embriones humanos en avanzado estado de gestación permanecían ultracongelados en un fluido semitransparente. "En unas pocas semanas seréis los primeros de una nueva Humanidad", pensó Superman, "y esta vez lo haréis bien".
Superman pulsó una serie de botones y los embriones se descongelaron. "Lo haréis bien. Me tendréis como ejemplo. Seré vuestro nuevo Dios".
Christopher Reeve, como Superman |
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