Como en las migraciones periódicas de las aves, siempre hay unos pocos que se quedan rezagados al huir de un lugar afectado por una gran catástrofe. Y al igual que con las aves, una pequeña parte de esos pocos incluso quedan desorientados, sin saber realmente hacia donde avanzar. Entonces entro en escena yo. Siempre los acojo en mi hogar con los brazos abiertos y el estómago vacío.
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