Huía de la ciudad, conduciendo alocadamente bajo la intensa lluvia, y perdió el control del vehículo a la altura de la vieja mansión abandonada. No se lo pensó demasiado y se dirigió a ella. Necesitaba huir y escapar, esconderse de la atrocidad que había cometido. Acababa de asesinar, fríamente, a su familia, y no tenía la conciencia tranquila.
Se adentró en la mansión, descubriendo que no estaba realmente abandonada. Su morador era un viejo decrépito que no opuso resistencia cuando el intruso le atacó y le asesinó. Poco después, encontró un viejo diario, ya ajado por los años. Comenzó a leerlo, primero con curiosidad, pero enseguida le embargó un temor opresivo, pues el diario narraba, con todo detalle, su propia vida, incluidos los asesinatos cometidos. Asustado, arrojó el diario a la ardiente chimenea.
Muchos años después, escribió su propio diario, narrando sus vivencias, y esperó a que un intruso se colara en la mansión para ajusticiarle por los pecados cometidos.
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Este microrrelato también está colgado en la web de La Tortuga Casiopea, tras participar en el 'Concurso La Casa Perdida nº 21'.