25 dic 2014

PEQUEÑOS MOMENTOS BREVES gratis en Amazon (en formato kindle), hasta el 26 de diciembre

Mi libro de relatos "Pequeños momentos breves" se puede descargar GRATIS hasta el 26 de diciembre en formato kindle, en Amazon (su precio habitual es 1,02 €).

La portada del libro es obra de Jose Ángel Ares

También está disponible en formato físico, en Lulu.com (8,55 €) y en la propia Amazon (8,89 €)

11 dic 2014

"Viajando en tren" (microrrelato)

Desde que salimos, hace ya un par de horas, no dejó de levantarse y deambular por el vagón del tren, molestando al resto de pasajeros. Era un adolescente, alto y espigado, con cara de pocas luces, pero molesto cual mosca cojonera. Y nadie tenía ganas de llamarle la atención y amargarse aún más el largo viaje. Pero necesitaba un escarmiento, sin duda.

—Eh, chaval ‒le dijo en un momento dado el revisor‒. En el túnel no te pongas de pie...

¿Eso era todo? ¿Ni un mísero rapapolvos?

Por supuesto, no le hizo caso. El tren se introdujo en un largo túnel y el joven, que había permanecido sentado unos misericordiosos minutos, se levantó haciendo aspavientos con los brazos y gritando:

—¡¡¡Miradme todos!!! ¡¡¡Estoy de pie en un túnel!!! ‒ Y comenzó a reírse como un loco.

Todo ocurrió muy rápido. Algo apareció sobre él, una forma espectral que se le echó encima y, un instante después, ambos habían desaparecido.

Nadie dijo nada. Creo que, de hecho, nadie recordaba ya al molesto adolescente una vez que salimos del túnel. Me giré y observé a mi compañero de asiento, un tipo con un aura siniestra. Se llevó un dedo a los labios, y sonrió.

No es bueno levantarse cuando el tren pasa por un túnel…



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Dedicado a Raúl, Imanol, Bortx, Fernando e Ibon, compañeros de un interesante y curioso viaje en tren.

7 dic 2014

"Divergencias" (microrrelato)

Divergían completamente en sus puntos de vista sobre cómo realizar el trabajo. Uno de ellos, el más estricto y metódico de los dos, abogaba por el letal, rápido y siempre efectivo disparo en la nuca. El otro, más pasional y visceral, era en cambio un apasionado del brutal y agónico sufrimiento por asfixia.


4 dic 2014

"La ciudad de la luna" (relato)

 
 
Ezequiel se despertó con el bache. Su mujer, Susana, conducía excesivamente rápido, y aquel viejo coche ya no estaba para demasiados trotes. Y menos en aquella carretera que, por momentos, se convertía en casi un camino de cabras. Tardó unos instantes en comprender dónde se hallaba, pero enseguida recordó que regresaban de la boda de su cuñado. Un bodrio, pero no habían podido negarse a ir. Por suerte, ya estaban de regreso a casa.

—¿Dónde estamos, cielo? –preguntó Ezequiel, terminando de desperezarse.
—Hombre, el dormilón –contestó sonriente su mujer. Se le notaba el cansancio en el rostro, pero se alegraba de que se hubiera despertado su marido, pues así al menos podría hablar con él, en lugar de limitarse a simplemente conducir–. Aún queda mucho viaje, campeón. Pero creo que ya te va tocando a ti conducir.
—Hmmm... Diez minutos –contestó él, devolviéndole la sonrisa, mientras estiraba los brazos en un prolongado bostezo. Después, se giró hacia la ventana y observó el exterior.

Apenas podía distinguir nada en medio de la oscuridad nocturna. El cielo estaba cubierto, ocultando la luna, pero Ezequiel intuía que viajaban por una zona rural, pues a su alrededor distinguía, a duras penas, algún que otro árbol. Y al fondo, prácticamente ocultas en la oscuridad, podía ver el contorno de una negras praderas que terminaban en unas montañas no muy altas.

—¿Qué le pasa a la radio? –preguntó de repente, al darse cuenta del silencio que reinaba en el interior del vehículo.

Manipuló el aparato, en busca de alguna emisora, pero no consiguió sacar más sonido que el monótono y aburrido ruido de estática. Susana le explicó entonces que se había puesto así hacía tan sólo unos pocos minutos, justo antes de despertar él. Ezequiel abrió la guantera y extrajo un estuche en el que se puso a rebuscar con ahínco.

—Ya tengo la solución –dijo, sacando un CD del estuche, e introduciéndolo en la ranura correspondiente. Al poco, comenzó a sonar el tema Moonlight Shadow, de Mike Oldfield. Susana volvió a sonreír, y ambos se besaron. Luego, inspirado por la canción, Ezequiel volvió a mirar al cielo, esperando quizás que se asomara la luna.

El cielo estaba igual, cubierto por una oscuridad inquebrantable. Ezequiel apoyó la cabeza en el cristal de la ventana y cerró los ojos, diciéndose a sí mismo que era una pena no poder ver la luna y las estrellas ahora que viajaban por el campo. Abrió de nuevo los ojos y pudo observar cómo, de repente, unas nubes se apartaron permitiendo asomarse a la luna. Una luna llena, perfectamente redonda y clara, aunque muy brillante y definitivamente hermosa. Desprendía una claridad como sólo en la noche se puede lograr, inundándolo todo con ella. Ezequiel pudo entonces distinguir mejor el paisaje: lo que antes sólo se asemejaban a árboles eran efectivamente árboles, pero ahora también podía ver arbustos, una extensa plantación de maíz con un escuálido espantapájaros como guardián, un pequeño riachuelo casi seco... y a cosa de un par de kilómetros de distancia, en las praderas que acababan en montañas, había unas extrañas luces, que le llamaron inmediatamente la atención. La luna se mostraba completa y orgullosa, brindando la suficiente claridad para que Ezequiel pudiera comprobar que dichas luces correspondían a una pequeña aunque brillante ciudad.
 
—Susi –dijo él, sin dejar de mirar por la ventana–, ¿cuál es la población más cercana a nosotros ahora mismo?
—Pues tiene que ser Quila, pero debe estar como a treinta kilómetros de aquí –contestó ella–, si te estás meando será mejor que te bajes en carretera...
—Tiene que haber algún sitio más cercano.
—No, cariño –replicó ella, convencida–. Estamos en la carretera 27, conocida por estos lares por ser tremendamente solitaria, y por no tener ninguna población entre Cassius y Quila. De hecho, yo calculo que estaremos justo en medio de ambas. Y es más –añadió, mirando con curiosidad a su marido–, por no haber, no hay nada humano en veinte o treinta kilómetros a la redonda: ni estaciones de servicio, ni gasolineras, ni el motel de Norman Bates...
—¿Pues entonces qué coño es eso? –preguntó Ezequiel, señalando a su ventana, en dirección a donde había visto las luces y la ciudad.
 
En ese preciso instante, las nubes volvieron a cubrir la luna, escondiéndola por completo con su manto y regresando de nuevo la impenetrable oscuridad. Susana miró por la ventana, sin miedo ya que circulaban desde hacía un rato por una larga recta, pero ya no pudo ver nada salvo negrura, y así se lo hizo saber a su marido. Éste, incrédulo, vio que había desaparecido la ciudad. No es que ya no se viese tan nítida como antes de ocultarse la luna, sino que había desaparecido completamente, sin dejar rastro. Incluso las luces que unos momentos antes brillaban con fuerza, ahora estaban ausentes. Sólo había oscuridad.
 
Al principio, Ezequiel se sintió sorprendido y descolocado, pero enseguida pensó que sus ojos le habían jugado una mala pasada. Seguramente, entre que acababa de despertarse, y la repentina claridad procedente de la luna, había creído ver unas luces de una ciudad, cuando no sería más que algún extraño reflejo. Pensándolo más fríamente, se daba cuenta de que era absurdo, si hubiese una ciudad allí (algo imposible, tal y como le había confirmado su propia mujer, y ella conocía esa zona como la palma de su mano), ahora mismo tendría que seguir viendo las luces destacando en la oscuridad, y no era el caso. Sólo había oscuridad.
 
—¿Estás bien, Ezequiel? –preguntó Susana, al ver a su marido titubeando.
—Sí, sí, cariño –respondió él, frotándose con fuerza los ojos–. Creo que no había terminado de despertarme del todo, y he debido de tener una especie de alucinación. Me pareció ver unas luces allí, hacia la derecha.
—Sí, seguro –dijo ella, sonriendo ampliamente–. Fijo que era un OVNI.
—Vete a la mierda –replicó Ezequiel, dándole un suave golpe en el hombro, y ambos se echaron a reír alegremente.
 
Cuando cesaron las carcajadas, él volvió a mirar por la ventana. Todo seguía a oscuras. Alzó la vista y al poco comenzó a ver cómo la luna volvía a asomarse de nuevo, tímida pero inexorablemente. De forma instintiva, bajó la vista hacia donde había visto antes la ciudad y, de nuevo, ahí estaba. Ezequiel la podía ver claramente. Un núcleo brillante de edificios y casas, no sólo visibles por la luz que ahora reflejaba la luna, sino que además desprendía sus propias luces, como cualquier otra ciudad. Ezequiel se quedó paralizado unos segundos, tratando de asimilar las imágenes que estaba percibiendo, intentando encontrar el sentido lógico a aquello.
 
—Susi... –acertó a decir finalmente, tras unos segundos de estupefacción.
—¿Sí?
—Otra vez...
—¿Otra vez el OVNI? –rió Susana, sin apartar la mirada de la carretera, aunque apenas había curvas en aquella zona–. Oye, si lo que pretendes es librarte de conducir en tu turno, no lo vas a conseguir...
—No, Susana –dijo él, girándose hacia ella–. Ahí está otra vez la ciudad. ¡Mírala, joder!
 
Susana se giró y observó en primer lugar a su marido. La mirada de él le mostraba que no estaba tomándole el pelo ni riéndose de ella. Todo lo contrario, Ezequiel estaba muy convencido de lo que decía, y así lo percibió Susana. Incluso le pareció ver algo de terror y asombro en sus ojos. Sea como fuere, el caso es que para cuando ella desvió la vista hacia la ventana del copiloto y miró a través de ella, hacia donde se suponía que su marido había visto la dichosa ciudad, allí ya no había nada, salvo una negrura total. La luna había vuelto a ocultarse.
 
—Cariño... –dijo ella, titubeando–, yo no veo nada...
—Para, Susana –ordenó él, con el rostro muy serio. Su mirada empezaba a mostrar una ligera obsesión. Había vuelto a ver la ciudad, y ahora estaba seguro de su existencia.
—¿Qué?
—Que pares, Susana. Que detengas el coche –Ezequiel la sujetó por el brazo–. Allí hay una ciudad. La he visto con mis propios ojos.
—¿Estás loco? –Susana se estaba asustando un poco. Además, comenzaba a dolerle el brazo por la presión que ejercía su marido–. Allí no hay nada, sólo...
—¡Que pares, coño!
 
Ezequiel forcejeó con su mujer, que se vio obligada a frenar el vehículo. Antes de que a Susana le diera siquiera tiempo a replicar, su marido abrió la puerta del copiloto y salió del coche, corriendo como un loco. Ella se quedó atónita, pero cuando vio que Ezequiel ya se había alejado diez o doce metros, y empezaba a ocultarse en la oscuridad de la noche, decidió ir tras él.
 
—¿Estás loco, Ezequiel? –le preguntó ella, mientras avanzaban en mitad de la noche, sin una luz que les pudiera guiar–. ¿Se puede saber a dónde vas?
—A dónde vamos –rectificó él.
—¿Cómo? –preguntó ella, desconcertada.
—Que vamos. Tú y yo. Los dos –Ezequiel la cogió de la mano, con firmeza pero sin hacerle daño, mientras pronunciaba estas palabras–. A la ciudad.
—No hay ninguna ciudad, cielo. Habrás visto un reflejo o algo...
—Sé lo que he visto, Susi. Era una ciudad, y la vamos a encontrar. Tiene que estar aquí al lado.
—Ni hablar –espetó ella, y se detuvo en seco, soltándose de su marido–. Yo me vuelvo al coche. Tú haz lo que quieras –y se giró, dispuesta a desandar lo andado, mientras Ezequiel la miraba con resignación.
 
Ezequiel hizo un breve amago de retroceder e ir a buscar a su mujer, pero entonces la luna volvió a asomarse sobre él. Según sus cálculos, la ciudad debería hacerse visible andando unos pocos metros más, a la vuelta de un recodo. Y decidió continuar adelante.
 
Pero la luna volvió a ocultarse antes de que alcanzara dicho recodo. La oscuridad envolvía de nuevo a Ezequiel, pero éste no se echó atrás y siguió su camino. Unos minutos después se encontraba en un amplio espacio abierto, en plena noche. Según estimaba, ahí mismo debería estar la misteriosa ciudad pero, obviamente, se encontraba en mitad de la nada, en campo abierto. Su mujer tenía razón, al fin y al cabo. Entonces miró al cielo, hacia la negrura total, como pidiendo una vez más que se asomara de nuevo la luna.
 
Y la luna se asomó. Y la ciudad reapareció. Se materializó alrededor de Ezequiel, surgiendo de la nada más absoluta, tomando forma a medida que la luz de la luna se abría paso a través de la oscuridad. En unos pocos segundos Ezequiel se vio, no ya sobre una superficie de tierra con hierba silvestre, sino sobre los adoquines de piedra de una pequeña y vieja ciudad. Y ya no estaba a oscuras, todo a su alrededor estaba cubierto por una luz pálida aunque cegadora. Ezequiel estaba maravillado, miraba a las casas de piedra que le rodeaban, estirando el brazo hacia ellas para tocarlas y percibir su solidez, notar que eran reales y no un producto de su imaginación.
 
Una pequeña pero insistente melodía a base de cortos y agudos pitidos le sacó de su ensueño. Era su teléfono móvil. En la pantalla aparecía y desaparecía, a pulsaciones rítmicas, el nombre de Susana.
 
—Cariño, ¿dónde estás? –preguntó ella, cuando Ezequiel contestó la llamada–. Por favor, vuelve al coche, me estás asustando mucho.
—No, Susana –respondió él, visiblemente emocionado–. He encontrado la ciudad. Es real, existe. Tienes que venir, rápido.
 
En realidad, la última frase no llegó a oídos de Susana, porque la comunicación se cortó de golpe. Tras dicho corte, la pantalla del móvil indicaba que no había cobertura. Entonces, de repente, se abrió la puerta de madera de una de aquellas viejas casas, y una extraña voz ronca dijo, o más bien susurró, bienvenido a la ciudad de la luna. Ezequiel no se lo pensó demasiado y entró dentro de la casa.
 
Susana intentó llamar de nuevo a su marido pero, tras haberse cortado la última llamada, con cada nuevo intento sólo recibía el mismo desquiciante mensaje de el móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura. No era consciente de ello, pero estaba sollozando. Estaba asustada, y quedarse sola en el coche sin saber dónde estaba su marido no era la mejor opción. Decidió regresar de nuevo en su busca. Avanzó rápidamente, pues esta vez la luna tardaba más en ocultarse, y le permitía ver mejor por dónde avanzaba. Un rato después, llegó a la amplia explanada donde apenas unos minutos antes se encontraba su marido. A su alrededor  tan sólo veía una vasta extensión de campo abierto en todas direcciones, cubierta con una ligera neblina que apenas perturbaba ligeramente la visión. Pudo observar unas huellas recientes en el suelo de tierra, que avanzaban unos metros más, para desaparecer repentinamente. Pero ni rastro de Ezequiel.
 
Ezequiel estaba en la ciudad de la luna. Se encontraba dentro de una de sus casas. A través de la ventana podía ver a su mujer, Susana, que miraba despistada a su alrededor, aún sin ver la ciudad, a pesar de encontrarse ya en ella, en mitad de una de sus calles, y a plena luz de luna, que brillaba en el firmamento con todo sus esplendor. Intentó abrir la puerta de la casa, pero le resultó imposible. Igualmente le pasó con la única ventana de la estancia. Ezequiel gritó entonces con todas sus ganas, pero su voz no parecía llegar a su mujer. Su desesperación empezó a ir en aumento, mientras que la luna comenzó a ocultarse de nuevo. Ezequiel vio cómo la ciudad desaparecía ante sus incrédulos ojos, y vio también cómo él desparecía con ella. Y su mujer continuaba ajena a todo ello, buscándole sin encontrarle, sin saber que estaba a tan sólo unos metros de ella.
 
Finalmente, la luna se ocultó tras las nubes, y la ciudad desapareció. Susana se arrodilló desesperada, llorando y gritando el nombre de su marido, en plena oscuridad. Ezequiel no apareció jamás.


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Este relato está incluido en mi libro 'Pequeños momentos breves'.

3 dic 2014

Torneo de X-Wing en Castro-Urdiales (domingo 14 de diciembre)

A continuación os pongo la información sobre el torneo de X-Wing que se celebrará en Castro-Urdiales el próximo domingo 14 de diciembre, organizado por Asociación ContRol:

http://asociacioncontrol.es/web/torneoxwing.html


BASES

La inscripción del será de 10€ y se pagará el mismo día del torneo.

Con la inscripción se hará entrega de unos marcadores acrílicos de regalo.

Para poder reservar plaza, es necesario que mandéis un correo electrónico a la dirección info@asociacioncontrol.es con asunto "torneo X-Wing" con vuestro nombre y apellidos.

Las plazas están limitadas a 20 participantes, en riguroso orden de inscripción, aunque es posible ampliar el número de plazas si hay una alta demanda de jugadores.

ESTRUCTURA

Constará de 4 rondas de 75 minutos.

El emparejamiento entre rondas será de tipo Suizo y no se podrá repetir oponente durante el torneo.
Horarios

Inscripción: 9:30. Es necesario estar presente en el momento de la inscripción.

Comienzo 1º ronda: 10:00

Comienzo 2º ronda: 11:30

Comienzo 3º ronda: 13:00

Pausa comida: 14:30

Comienzo 4º ronda: 15:30

Entrega de premios: 17:30

La puntualidad es fundamental para poder cumplir las horas especificadas. Pedimos seriedad con el tema de la puntualidad.

LISTAS DE ESCUADRONES

Será obligatorio la entrega de la lista a la organización al hacer efectiva la inscripción, y se deberá mostrar otra lista al oponente de cada partida. Por lo tanto, es necesario llevar dos listas iguales al torneo. Para estas listas, es recomendable que el formato sea lo más legible posible. Recomendamos el uso de algún generador de listas on-line. Las listas deberán de incluir el nombre y apellidos del jugador. Esta norma es para minimizar el riesgo de que un jugador entregue una lista incorrecta. No obstante, cualquier error en la lista significará una penalización de ronda perdida y la obligatoriedad de jugar una lista correcta en lo que quede de torneo.

Las listas de escuadrón serán de 100 puntos, no pudiendo sobrepasar esos puntos bajo ninguna circunstancia. Está permitido llevar menos puntos de los 100 indicados.
Reglas

Durante el torneo se aplicarán las reglas oficiales del manual de juego X-Wing junto con el F.A.Q. oficial más recientemente publicado (en ingles o castellano) salvo que en estas bases se contradiga algún punto de ese manual.

PUNTUACIONES

El sistema de puntuación usado durante el torneo será el oficial de FFG / Edge.

Todas las partidas del torneo serán del tipo batalla espacial estándar.

No se permiten fotocopias o cartas no originales para representar pilotos, mejoras o cualquier elemento del juego.

Se deben de tener tantas cartas de mejora como estén incluidas en la lista. Así por ejemplo, si se quieren meter 3 tácticas de enjambre por ejemplo, se deberá disponer de 3 cartas de este tipo.

Cada jugador debe llevar su propio material para participar en el torneo. Esto incluye naves, cartas, fichas, plantillas, reglas, dados, así como su propio mazo de cartas de daño.

Cada jugador debe llevar asteroides para las partidas. Estos asteroides podrán ser de cualquier material, siempre y cuando la base del mismo sea igual que los incluidos en el juego básico.

No se permitirá ningún tipo de menosprecio, insultos, vandalismo, etc durante el torneo. Realizar una de estas prácticas supondrá la expulsión automática del torneo actual y la imposibilidad de participar en más torneos que organice la asociación en el futuro.

La organización se reserva el derecho de modificar cualquier norma que crea necesaria, así como de suspender el torneo si no se llega a un número de participantes mínimo para poder disputarlo. En caso de suspenderlo, se procederá a la devolución de la cuota de inscripción.

1 dic 2014

Listado de relatos/microrrelatos/nanorrelatos posteados en noviembre

Estos son los microrrelatos/nanorrelatos que he colgado en el blog durante el mes de noviembre:

- "Esos ojos" (microrrelato): Unos ojos que persiguen en la noche... Microrrelato que participó en el III Concurso de Terror ArtGerust - Homenaje a Edgar Allan Poe.

- "Fantasmas" (nanorrelato): Un asesino y sus fantasmas... Nanorrelato para el IV Concurs de Microrrelats Negres de La Bòbila.

- "Asesino a sueldo II" (nanorrelato): El últio encargo de un asesino a sueldo. Nanorrelato para el IV Concurs de Microrrelats Negres de La Bòbila.

- "Amantes" (nanorrelato): Amor y muerte en un anorrrelato publicado en la antología 'Microterrores' de Diversidad Literaria.

- "Graduación" (nanorrelato): ¿Conseguirás el diploma de asesino? Nanorrelato para el IV Concurs de Microrrelats Negres de La Bòbila.

- "Versus" (nanorrelato): La eterna lucha entre el bien y el mal. ¿O no?