Era el último billete que le quedaba para gastar. Después,
podría considerarse definitivamente en bancarrota. No había podido hacer
frente a sus cada vez mayores gastos: las acuciantes deudas, los
sangrantes préstamos, los malditos seguros… Finalmente, el banco se
había quedado con su casa y con su vida.
Ahora le tocaba decidir qué hacer con aquel último
billete. Gastar o invertir, aunque esta última opción no le había traído
suerte hasta el momento. Sin embargo, y por simple casualidad, creyó
percibir a la Diosa Fortuna esperándole a la vuelta de la esquina.
Una carrera hípica. Un caballo en concreto. Decidió apostar su último
billete, su última esperanza, a un caballo llamado como la mayor de sus
desgracias: “Hipoteca”.
© Igor Rodtem |
Microrrelato colgado también en la siempre interesante web Leo Poco!
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